La magia de la Catedral bilbaína se apagó cuando los Diablos Rojos profanaron el templo del Athletic y echaron por tierra todos los sueños rojiblancos europeos. Nadie esperaba semejante paliza en su propia casa, pero así es el fútbol y así es el imprevisible Manchester United que maneja Rúben Amorim: un alma en pena en la Premier y un devorador de rivales en el continente.
A pesar de todo, los leones no han dicho su última palabra. Aunque su último rugido en Europa no incluya las voces de Nico Williams, Iñaki Williams, Oihan Sancet o Dani Vivian. Buenos serán, o tendrán que serlo, los Berenguer, Djaló, Maroan o Guruzeta para marcar los goles que se resistieron en el partido de ida.
En todo caso, aunque la tarea sea harto complicada, los pupilos de Ernesto Valverde sueñan con ser uno de esos equipos de la Premier League que están vapuleando con más asiduidad que de costumbre la imagen los mancunianos.
Es esa la esperanza bilbaína, que el rival de este jueves sea el 15º clasificado en la liga inglesa y no el que se encuentra invicto fuera de las islas, habiendo ganado ocho partidos y empatado cinco, y que está a medio paso de la finalísima del 21 de mayo.
El que gane tendrá jugará por el título de la Europa League y por conseguir el billete para la próxima Champions contra el vencedor del Bodø/Glimt-Tottenham. Los ingleses tienen una ventaja de dos goles sobre los noruegos gracias al 3-1 de Londres.