Los blancos, ya eliminados en la Liga de Campeones y superados por el eterno rival en la final de la Copa del Rey, se agarran a la única posibilidad que tienen para triunfar en una de las principales competiciones. Era obligatorio vencer, más si cabe tras lo ocurrido este sábado en el José Zorrilla, y el equipo dirigido por Carlo Ancelotti tenía que hacerlo sin siete jugadores importantes (Rodrygo Goes, David Alaba, Ferland Mendy, Éder Militao, Eduardo Camavinga, Dani Carvajal y Antonio Rüdiger).
El Madrid ya había sufrido de lo lindo ante el Celta, un plantel joven y con muchísima calidad, tanto en la ida como en el torneo del KO. Jugar en el Santiago Bernabéu ha dejado de ser una ventaja decisiva -la última victoria por más de un gol fue, contra el Girona, el 23 de febrero- y el todavía vigente campeón de Europa está lejos de ofrecer garantías. Recuperarse de la dolorosa derrota sufrida ante el Barça en La Cartuja era todo un reto.
Dos latigazos de lujo
Vinicius Júnior desbordó por la izquierda y Arda Güler remató de tijera en la ocasion que abrió un extraordinario carrusel de llegadas en ambas áreas. Marcos Alonso amenazó por partida doble en sendas acciones de saque de esquina y Raúl Asencio frustró el intento de un Borja Iglesias que se había infiltrado en el área. Una magnífica transición pudo acabar en autogol de un zaguero visitante y Aurélien Tchouaméni lo intentó luego con la testa. No habían pasado ni 10 minutos.

Tras la tormenta llegó la calma a Chamartín. El ritmo bajó, en parte porque era insostenible, y los anfitriones se hicieron con el control de la posesión. Y eso que los gallegos acostumbran a ser muy protagonistas, tarea que suele aumentar de dificultad en un escenario tan imponente. La clase de Güler apareció cuando menos se esperaba, recién superada la media hora: recorte de mago y tiro de genio para enviar el cuero a la escuadra del palo largo, a un lugar inalcanzable para el meta rival.
Si hay un ingrediente clave para tener éxito en el balompié, ese es el que tiene que ver con la efectividad. En el mundo gastronómico sería, quizás, la sal. Sin ella, la comida es más propia de hospital; sin goles, desde luego, el fútbol no sería el deporte rey. El Panda lamentó cómo Thibaut Courtois rechazaba un envenenado centro chut que salió de sus botas y, pese a caerse, Kylian Mbappé castigó de inmediato a la escuadra de Balaídos con un disparo extraordinario tras una contra (39').
Invente, Aspas, invente
Nada cambió tras el descanso: Arda levantó la cabeza, algo que no todos hacen, y dejó en una situación franca a un Mbappé que no falló ante Guaita (48'). Esta sociedad de lujo volvió a crear peligro más adelante, aunque con papeles intercambiados y un desenlace menos fructífero debido a la buena intervención del exvalencianista. Bellingham, algo menos participativo que el turco y el francés, trató de sumarse a la fiesta después de una gran carrera.
Los de Claudio Giráldez, algo adormecidos, se metieron en el encuentro con algo de polémica, ya que Gil Manzano decretó córner pese a que fue Williot Swedberg el último en tocar el cuero. Lucas Vázquez salvó sobre la línea y Javi Rodríguez la empujó a la red. Los fantasmas de la Copa aparecieron y los vigueses dieron un paso adelante; tal fue el giro de guion que el recién ingresado Iago Aspas se inventó un pase mágico al propio atacante sueco para convertir el 3-2.

El de Moaña volvió a exhibir su indiscutible calidad con un taconazo que dejó solo al joven Durán, quien se estrelló con un tal Courtois que atrapó la bola en dos tiempos y con bastante suspense. Había nervios entre los aficionados locales, resignados por vivir de nuevo una película que ni mucho menos es nueva en la cartelera del Bernabéu. Ya en las postrimetrías, Aspas lo intentó sin éxito y Kylian tuvo en sus botas el hat-trick. Todo o nada en el Clásico.
Jugador Flashscore del partido: Kylian Mbappé.