Hubo una época en la que los americanistas sentían miedo de jugar contra Toluca. Enfrentar a los Diablos Rojos, sin importar la cancha ni la instancia del campeonato, era sinónimo de sufrimiento. En medio de la mejor época en la historia del cuadro mexiquense, entre finales de los 90 y principios del nuevo milenio, las Águilas casi siempre terminaban sucumbiendo ante la magistral calidad de José Saturnino Cardozo.
El paraguayo hizo lo que quiso con la liga mexicana en su momento más dulce como futbolista. Pero, aunque le hizo goles por racimos a todos, sus anotaciones contra América, que siempre daban más renombre, eran definitorias. Cardozo abría o definía partidos, cumpliendo su rol de líder nato del equipo.
Este sábado 30 de noviembre, una Bombonera repleta de una afición con ganas de revancha tras una derrota en la ida de los cuartos de final del campeonato se encomendó al espíritu de su máximo ídolo para poder remontar los dos goles de desventaja. En el ambiente previo, en las inmediaciones del mítico Nemesio Diez, había un ambiente de tensa calma en plena tarde invernal donde el sol hace poco por calmar el aire frío.
Los momentos tensos
Pero mientras la gente comenzaba a encontrar calor en la comunidad roja que se aglomeró en las gradas, en los vestidores Renato Paiva, el gran estratega portugués del Toluca, se preparaba para uno de los retos más importantes de su carrera. En la logística deportiva de la liga mexicana, poco importa que se haya hecho un gran trabajo durante la temporada regular si en la liguilla no se sigue el mismo patrón competitivo.
Entre tantos males que existen en el fútbol mexicano, la liguilla es el último resguardo de competitividad que todavía se encuentra en una liga sin descenso, con multipropiedad, con pocos partidos al año y donde existe la posibilidad de ganar el campeonato con quedar entre los primeros 12 de la tabla general. En esta parte del torneo, en el mata-mata clásico, el aficionado puede tener un pequeño atisbo de lo que sería un torneo aguerrido si las cosas se hicieran bien desde los escritorios de los directivos.
Y, llegados a este punto, poco importa cómo arribaste sino cómo soportas la presión de un torneo distinto. Por eso, aunque Toluca fue uno de los mejores equipos del certamen y América se tuvo que meter a la liguilla por medio de un repechaje frente a Tijuana, no es raro que el equipo de Coapa haya derrotado a los Diablos, aunque sí sorprendió que pudiera controlar el feroz ataque toluqueño y su facilidad para anotar goles.
Esfuerzos en vano
Sin embargo, a pesar del 0-2 en contra, Toluca nunca se sintió desanimado en la previa, gracias en parte al resguardo de su casa, donde en la mayoría de los partidos que disputó allí en la fase regular anotó por lo menos dos goles. Con eso en mente y abrazado por el fervor de los suyos, el equipo local salió a la cancha seguro de darle vuelta al marcador global.
Pero a la par del contexto a favor como local que tenían los Diablos Rojos, enfrente estuvo un equipo que vive otra época gloriosa de su historia. América, con un bicampeonato como sustento de su estirpe y dirigido magistralmente por la mente brillante del brasileño André Jardine, entendió que el juego pasaba por medio del sufrimiento; ese que te da el saber que tienes un resultado que defender en suelo ajeno.
Jardine llegó a México con la intención de dejar huella. Lo empezó haciendo en el Atlético San Luis con una postura competitiva que captó la atención de uno de los más grandes del país. Lejos de los pragmatismos de atacar o defender, el brasileño siempre prepondera el sentido común. Y, para eso, se ha rodeado de futbolistas inteligentes a los que les ha inculcado entender los momentos de los partidos.
Henry Martín, protagonista
Por eso, y con la espalda ancha tras un bicampeonato estremecedor, Jardine no tuvo empacho en salir a aguantar el embate toluqueño con una férrea línea de cinco en defensa y con futbolistas de buen pie y veloces para la contra. Cuando el autogol de Toluca cayó en medio de un contragolpe americanista, el brasileño sonrió y levantó los brazos para dirigirse a su defensa y avisarles de que el planteamiento seguía siendo el mismo.

Y esa muestra de entender el juego le terminó dando, como ha pasado últimamente, todos los frutos que un entrenador pudiera esperar. Henry Martín, el mejor delantero mexicano de la liga, entró de cambio y, tras una gran jugada individual, anotó el 0-2, que dilapidó cualquier pequeña esperanza que la gente pasional del Toluca, una escuadra que olvidó su capacidad goleadora en el momento más crucial del torneo y contra el peor rival posible.
Sí, hubo un tiempo en el que al América le daba terror enfrentarse a un glorioso Toluca plagado de su mejor generación. Y si quedaba algún pequeño aire de ese dominio escarlata murió esta noche en la Bombonera, el estadio que volvió mítico a José Saturnino Cardozo con sus goles. Un exorcismo de la mano de un brasileño pensante que sueña y anhela un inédito tricampeonato en la historia de los torneos cortos para terminar de consolidar como uno de los mejores entrenadores del Club América.