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FlashFocus: La Juventus de Tudor, en busca de la identidad perdida

Igor Tudor
Igor TudorFlashscore / IPA, Independent Photo Agency Srl / Alamy / Profimedia
Mermados por el fracaso de la gestión de Thiago Motta, los 'bianconeri' vuelven a resetearse, ahora con Igor Tudor, para lograr sus objetivos, especialmente ese cuarto puesto de vital importancia que garantiza el acceso a la Liga de Campeones. El entrenador, sin embargo, también tiene otra misión de importancia fundamental.

Parafraseando (y molestando) al gran escritor francés Marcel Proust y el título de su obra maestra  "La búsqueda"(En busca del tiempo perdido), podríamos decir que el cambio que se produjo el pasado fin de semana en el banquillo bianconero entre el hombre que, tras el milagro logrado con el Bolonia era considerado la nueva estrella emergente de la táctica, Thiago Motta, y un entrenador joven y controvertido como Igor Tudor, de 46 años, es algo más que un simple cambio de cromos.

De hecho, el cuarto puesto no sólo es vital para las finanzas de la Juventus. La entidad piamontesa sin los ingresos de la máxima competición continental se vería obligado a desprenderse de grandes nombres, como Andrea Cambiaso -pretendido en el mercado de invierno por el Manchester City-, sino también de Kenan Yildiz -sobre el que están puestos los ojos de los grandes equipos del mundo-, y no sólo de ellos.

Clasificación de la Serie A
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Por no hablar de que sería imposible garantizar la continuidad de jugadores cedidos como Francisco Conceicao, Renato Veiga, Kolo Muani -aunque su futuro en la Juventus es incierto a pesar de todo-, mientras que Pierre Kalulu tendría algunas oportunidades más.

La identidad perdida

La "misión" de Igor Tudor va más allá del aspecto técnico, del prestigio futbolístico y del aspecto financiero que hay que defender. Al entrenador -y de ahí la decisión de llamarle- se le pide algo menos tangible pero no menos importante, de hecho fundamental para el presente y el futuro de la Juventus de John Elkann. Redescubrir esa identidad que Motta había sido incapaz de imprimir a un equipo joven, privado incluso en verano de figuras tan importantes para la solidez del vestuario y para la memoria histórica del club como las de Wojciech Szczęsny y Danilo, el antiguo capitán.

Últimos partidos de la Juventus
Últimos partidos de la JuventusFlashscore

La identidad bianconera es, de hecho, un valor que, atravesando las distintas épocas con algunos breves paréntesis de vano esteticismo o maldad extrafutbolística, ha permitido al club con más títulos de Italia permanecer siempre en la cima del fútbol nacional. Es casi una marca registrada, expresada también directamente con dos eslóganes: "Ganar no es importante, es lo único que cuenta", acuñado por el ex presidente histórico Giampiero Boniperti y que figura en las camisetas bianconeri. Y "Hasta el final", que se ha convertido en un hashtag en la era de las redes sociales.

El lema dentro de las camisetas
El lema dentro de las camisetasJuventus FC

Si la primera frase se presta a interpretaciones y críticas por su casi inmoralidad frente a la ética y los valores deportivos, contradiciendo el olímpico 'Lo importante no es ganar, sino participar', atribuido erróneamente al barón Pierre de Coubertin, la segunda expresa la tenacidad que históricamente siempre han tenido los bianconeri y que este año han perdido. De hecho, la identidad bianconera es la de un equipo noble de nacimiento que sabe jugar con humildad y espíritu gregario en el campo para alcanzar la victoria a base de carácter, garra y perseverancia. La identidad de un equipo que "nunca ha muerto" pero que, en cambio, hoy se encuentra moribundo.

Revoluciones contranatura

Como enseñaba el filósofo Giambattista Vico con sus "cursos y recurrencias históricas", la historia se repite. Casi por una justicia divina por atreverse a ir contra su naturaleza, abrazando una ideología que no es la suya, como lo es la encarnada por Motta por un juego más refinado pero también menos eficaz, la Juventus ha sido castigado puntual e históricamente. Ya había ocurrido en 1990-91, cuando Luca Cordero di Montezemolo, recién llegado de organizar el Mundial de Italia'90, se incorporó como vicepresidente ejecutivo al nuevo organigrama directivo llamado a suceder al histórico presidente Giampiero Boniperti.

Impulsado por ideas revolucionarias, un poco como las que impregnaban los deseos del propietario John Elkann y del director técnico Cristiano Giuntoli, en nombre del "deporte rey", el entrenador Dino Zoff, que venía de ganar una Copa de Italia y una Copa de la UEFA, fue sacrificado.

Lo fue para confiar la tarea a Gigi Maifredi, recién salido de una excelente temporada en el Bolonia, que con su innovador juego zonal debía ser la respuesta al AC Milan de Sacchi. Incluso entonces fue un desastre, a pesar de los 1.702 millones de euros gastados en compras fantasmagóricas, los bianconeri sufrieron una sonora exclusión de las Copas de Europa, algo que no ocurría desde hacía 28 años.

El ejemplo ganador

Si el buen juego y las victorias no parecen ir de la mano en los intentos más exitosos de la historia bianconera (Danilo calificó de "fantasioso" el proyecto de Motta), eso no significa que la Juventus no pueda seguir jugando bien y ganando. Si en su adn no está el tiki-taka como en el Barcelona (que debe esta impronta al gran trabajo de Johan Cruyff desde la juventud) como alternativa no sólo está el 'hocico corto' de Massimiliano Allegri, para quien es mejor ganar 1-0 que 4-3, o el estoicismo guerrero de Antonio Conte, que hace del impacto físico y de carácter en el campo su firma técnica, también puede haber algo más.

Como, por ejemplo, y quizá sea lo mejor que se puede desear para los bianconeri, el espléndido juego de Marcello Lippi, que llegó a Turín en 1994/95 y dio la victoria en la Liga de Campeones de la temporada 1995/96 y fue finalista en otras tres ediciones consecutivas.

Era un equipo dominante, capaz de combinar buen juego y resultados, gracias a campeones como Del Piero, Vialli, al principio Baggio y más tarde Zidane, pero también al compromiso y la entrega de toda la plantilla, que sabía suplir incluso las limitaciones técnicas, que entonces eran pocas, con abnegación y carácter. Recordando aquella Juve, Lippi dijo: "En aquel equipo había unas cuantas estrellas y muchos campeones. Porque los campeones no están sólo en jugar al fútbol, sino también en el comportamiento, la profesionalidad, la actitud y la unidad de propósito".

Transmitir valores

El propio Igor Tudor, en la Juventus entre 1998 y 2007, vivió el último año de la primera etapa de Lippi y toda la segunda. Por eso el croata es hoy el hombre más indicado para devolver a la Juventus ese espíritu perdido: porque lo conocía. Y técnicamente puede que no sea un profeta del deporte rey como Motta, pero tampoco es un entrenador defensivo y especulativo.

Tudor es conocido por su garra, que a menudo se combina fuera del campo con un carácter algo irascible. De hecho, el técnico croata también se ha peleado con ex bianconero en su carrera, con Mauro Camoranesi durante su breve paso por el Marsella (duró una semana), y con Andrea Pirlo, durante otro desafortunado intento del Juventus de dar un vuelco a su juego, en el que el propio Tudor ayudó al nuevo entrenador en la organización táctica defensiva.

Ahora está solo al mando. De vuelta a "casa", un entorno que conoce bien y del que ha recibido mucho pero también ha dado, ésta es su gran oportunidad y no querrá desaprovecharla. Aparte de su papel de jugador precario (en los planes sólo debería quedarse hasta final de temporada), si consigue transmitir la mentalidad de aquella Juventus a estos jugadores, recompactando también el vestuario, podría ganarse una reconfirmación.

Esto es algo que Tudor sabe bien, al igual que es consciente de la misión de recuperar el espíritu, dado que incluso en su presentación a la prensa como nuevo entrenador de la Juventus recordó dos anécdotas de su época de jugador en la Juve que tenían que ver con la humildad de campeones como Zinedine Zidane y Alessandro Del Piero.

Crecer juntos

En un plano más puramente técnico, el nuevo entrenador deberá recuperar a aquellos jugadores en los que tanto se invirtió y que ahora se han devaluado: sobre todo Dusan Vlahovic, a quien la Juventus se verá obligada a vender sin renovación contractual. Pero también Teun Koopmeiners, identificado como el pivote de la nueva Juve y por el que se pagaron 60 millones de euros, autor hasta ahora de una temporada desastrosa.

Luego están Nico González, que jugaba con Motta en la banda opuesta a la suya natural con resultados muy decepcionantes, Kenan Yildiz, también víctima reciente de una inversión de banda que ha dado sus frutos en términos de rendimiento, y Douglas Luiz, el verdadero objeto misterioso de esta Juve, llegado en verano por 50 millones de euros procedente del Aston Villa (pagados en parte con la venta de Iling y Barrenechea) y muy poco utilizado, también a causa de las numerosas lesiones.

Tudor es especialista en hacerse cargo con excelentes resultados, ya que siempre ha acertado con sus objetivos, pero hoy aspira a ser algo más. Entre los entrenadores con más de 50 presencias en la Serie A en los últimos 90 años, el croata es de hecho el que más partidos ha jugado como revulsivo, 59 de 69, un impresionante 86%, y lo ha hecho con la Lazio, el Verona y dos veces con el Udinese.

Un papel de solucionador, un señor lobo que resuelve problemas, que, sin embargo, nunca le ha dado la oportunidad de crecer y ganarse un nombre como entrenador de verdad en Italia. Hoy puede hacerlo en el banquillo más prestigioso de su carrera, pero también en la que es un poco su casa. Si la Juve se juega mucho en alcanzar esa vital cuarta plaza, el técnico croata aún más.