"Los aficionados biancocelesti me querían con locura. Yo les quería igual, pero se estaba convirtiendo en un amor sólo por lo que hice y no por lo que aún podía dar. Es casi fácil marcar 20 goles en una temporada, pero no es fácil hacerlo cinco o seis veces seguidas: había casi un atisbo de escepticismo sobre mí", dijo el delantero.
"Tras la destitución de Sarri, pasé por un periodo muy difícil. Como capitán, asumí responsabilidades que ni siquiera creía tener: no estaba preparado y acabé en un torbellino que me superaba. Si no estás lúcido, las piernas no giran y te lesionas, que es exactamente lo que me pasó", prosiguió.
"Todo esto me llevó a decidir marcharme. Mi mujer Jessica también me ayudó mucho: ella había visto a un Ciro diferente, yo me había dado cuenta de que estaba al final de un ciclo. De lo único que me arrepiento es de no haberme despedido de los aficionados. Lo recuerdo, pero siempre llevaré al Lazio en el corazón", afirma.
